sábado, 23 de febrero de 2008

Volver

Ese 21/11/2007 nunca imaginé que esa equivocación en un chat nos llevaría a conocernos tanto.

- "Hola, ¿eres fulano?" me dijiste.
- "No, soy mengano", te respondí.

Y allí comenzó todo.

Siempre critiqué a las personas que se conocen y entablan vínculos por internet. Nunca imaginé que miraría ansioso mi reloj durante todo el día esperando llegara la hora en que te conectaras a la noche. Me llevaba el celular a todos lados esperando tu mensaje. Mi cena en Mac Donald´s era un paréntesis a la espera de las 22.00 en que te conectarías de acuerdo a lo pactado.

Te confieso que aparecía ni bien te conectabas, te espiaba y cuando me mandabas un mensaje me hacía el distraído: "Ah, hola, no me había dado cuenta que te habías conectado" (siempre es bueno exagerar un poco la indiferencia). Pasamos horas y horas hablando uno del otro y uno con el otro.

Luego la necesidad de conocernos. Los planes de todo enero del 2008. La aventura de viajar, de encontrarnos en ese lugar de común acuerdo. El vernos, el besarte por primera vez, el observarte y el desear detener el tiempo para siempre cuando hablabas y miraba tu boca. El pasear, el divagar, y como dice Federico García Lorca "no quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo, la luz del entendimiento, me hace ser muy comedido."

La despedida, el final con un beso y una seguridad: quizá no nos volvamos a ver, no ocuparás el sitial de aquella alma despiadada que ayudaste a destronar: pero la empujaste al olvido. Con eso me basta.

No se si volveremos a estar juntos, charlar o siquiera comer un helado por las calles de tu ciudad, pero hubo un antes y un después de ti. Aún con tu recuerdo fresco en mi memoria me deleito recordando una y otra vez esos días que me parecieron minutos.

Gracias mi Vida. Gracias. Un beso de buenas noches te envío. Que descanses, te deseo todo bien, tanto como el que tu me has regalado a mi.

Hoy miro para adelante, nuevos horizontes vendrán, nuevos caminos. Tomo mi mochila y transito por ellos esperando encontrar por fin el regazo en el que descansar mi cansada cabeza y mi gastado corazón.